Araña

Esta especie puede encontrarse en casi todos los rincones del planeta, desde regiones costeras hasta zonas montañosas y desérticas. Las arañas habitan en arbustos, árboles vivos o caídos, pastizales, debajo de las piedras, en madrigueras bajo la tierra e incluso interactúan y comparten espacios con el ser humano, ya que muchas de ellas viven en esquinas o techos de paredes, cajas y otras construcciones hechas por el hombre.

Las arañas producen hilos de seda con las que tejen telarañas o redes de caza, donde sus presas quedan atrapadas sin poder despegarse. Hay diversidad en el tamaño de las arañas y pueden ir de menos de 0.37 mm a los 9 cm. Con las patas extendidas pueden alcanzar los 25 cm, aunque los machos suelen ser de menor tamaño que las hembras. Las arañas tienen un máximo de ocho ojos, aunque muchas de ellas tienen seis.

El cuerpo de las arañas está cubierto de un escudo protector llamado exoesqueleto, que se divide en prosoma (cefalotórax) y opistosoma (abdomen). En el cefalotórax se ubican los quelíceros (piezas bucales con las que expulsan el veneno), pedipalpos (semejantes a las patas sin apoyarse en el suelo) y cuatro pares de patas, además de los ojos y mandíbula. En el abdomen se albergan las glándulas productoras de seda que se abren al exterior por medio de hileras, además del poro genital y cavidades respiratorias.

Como se mencionó anteriormente, las presas quedan pegadas y enredadas en las telarañas, quedando completamente atrapadas. Las arañas no pueden tragar a sus presas, sino que una vez paralizadas por el veneno, les inyectan jugos digestivos para que produzcan una digestión externa del animal, lo que da como resultado una especie de “papilla” que es absorbido por el arácnido.

Se alimentan de pequeños y medianos animales, que van desde insectos hasta ratones y murciélagos que quedan atorados en sus telarañas. Suelen cazar de manera solitaria. Las tarántulas, en cambio, no construyen telarañas, sino cavidades que cubren con su seda para atrapar a las presas que intenten ingresar.

Imagen: Araña de Seda de Oro

Los machos realizan movimientos o danzas de cortejo para buscar la atención y aceptación de las hembras. Este ritual también puede incluir un “regalo” del macho hacia la hembra, que consiste en algún insecto u otra presa envuelta en seda.

Cuando finalmente consiguen el contacto, el macho introduce un espermatóforo en los conductos sexuales con ayuda de sus pedipalpos. Al finalizar la cópula, lo más común es que la hembra acabe devorando a su pareja. Las hembras ponen sacos con cientos de huevos cubiertos de seda.

En algunas especies, este saco es llevado en la espalda de la madre. Una vez que nacen, las arañas van mudando sus capas exteriores lo largo de su vida antes de alcanzar su tamaño completo. En el caso de que alguna araña llegara a perder alguna extremidad de su cuerpo, esta podrá regenerarse siempre y cuando sea joven y se encuentre dentro del período de muda.

Casi todas las arañas son venenosas. Algunas de ellas, como en el caso de las tarántulas americanas, poseen patas urticantes que producen irritación en la piel con el contacto y pueden llegar a afectar severamente partes más delicadas del cuerpo como los ojos. Una mordedura de araña en piel humana normalmente produce efectos locales, sin embargo, en otras especies más peligrosas puede producir necrosis o muerte de tejido. Las más venenosas son las australianas, temidas por los primates y los humanos, quienes han sido víctimas mortales por sus picaduras.

La araña más peligrosa del mundo hasta el momento es la del macho de Atrax robustus o araña de Sídney, que posee el récord Guinness en veneno más letal entre los arácnidos. Tan solo 0.2 mg/kg del veneno es suficiente para matar primates, incluido el hombre.

Imagen: Araña de Sídney (Atrax robustus) / Autor: Doug Beckers

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